San Charbel Makhlouf, El Ermitaño Del Mundo

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San Charbel Makhlouf, 🛐  Murió la Nochebuena de 1898, mientras celebraba misa. Estaba nevando y todos los caminos a la ermita estaban cubiertos de nieve y nadie del monasterio pudo informar a los aldeanos de la muerte del ermitaño.   Sin embargo, sucedió algo extraño. Ese mismo día cada aldeano experimentó la íntima creencia de que el Padre Charbel había sido llamado al cielo.   Los jóvenes partieron con palas para quitar la nieve, hasta la ermita y para alcanzar el cuerpo en el monasterio de Annaya   “Hemos perdido una estrella brillante que protegía a nuestra Orden, a la Iglesia ya todo el Líbano con su santidad”, escribe el Prior.   “Oremos para que Dios haga de Charbel nuestro patrón, quien nos cuide y nos guíe en las tinieblas de nuestra vida terrena”.   El día de Navidad, el padre Charbel fue enterrado en una fosa común del monasterio.   La noche siguiente, una misteriosa luz brillante se hizo visible a través del valle.   Continuó brillando durante cuarenta y cinco

¿Es obligatorio decir ‘¡Señor mío y Dios mío!’ durante la Consagración?

¡Señor mío y Dios mío!

En la Santa Misa solemos escuchar que los fieles decir: “¡Señor mío y Dios mío!” en el momento de la Consagración del Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¿De dónde surge esta expresión? ¿Es correcto decirla? Vayamos por partes.

Tomás, el apóstol incrédulo

Después de la Pasión y Muerte de nuestro Señor Jesucristo, los discípulos se encontraban reunidos en una casa, a puertas cerradas, por miedo a los judíos, y por la incertidumbre de lo que sería su envío como discípulos misioneros después de que el Maestro había muerto en la Cruz.

Pero el Señor Resucitado entró en aquella soledad de los apóstoles y, les mostró las llagas de la Pasión, no para recriminarles su abandono, sino para reconciliarlos en el amor y para que fueran a anunciar el Reino de Dios, llenándolos de paz.

Sin embargo, cuando Jesús se les apareció por primera vez a los apóstoles, Tomás no estaba con ellos y no lo vio. Cuando le platicaron emocionados que habían visto al Resucitado, Tomás no les creyó; se le hacía imposible, y entonces exigió meter sus dedos en las llagas de sus manos y pies, y meter su mano en la herida del costado para poder creer.

Jesús lo entiende con su paciencia nacida del amor. La fe de Tomás es preciosa para Cristo y lo necesita para que sea Su testigo hasta los fines del mundo.

Por eso, otra vez se les apareció, pero podríamos decir que manera especial a Tomás, el incrédulo. Y entonces le pidió que metiera sus dedos y su mano en sus heridas gloriosas, y Tomás se rindió ante la evidencia y tan sólo alcanzó a exclamar: “Señor mío y Dios mío”.

El “Señor mío y Dios mío” en la Consagración

La Consagración del Cuerpo y la Sangre de Cristo durante la Santa Misa es un momento muy solemne en el que en algunas iglesias se acostumbra tocar una campanita.

Es un momento para adorar en silencio, para postrar el corazón ante el Señor presente en la Eucaristía.

Justo en este momento, hay quien acostumbra decir en voz alta: “Señor mío y Dios mío” (Jn 20,28). Es decir, las palabras con las que Santo Tomás se dirigió a Jesús.

Los fieles han hecho suya esta expresión porque se trata de la proclamación de la divinidad de Jesús, pues Tomás es el primero que, ante la falta de evidencias, cae rendido ante el Resucitado, y lo confiesa con dicha expresión.

Sin embargo, esta bella devoción no está contemplada en la liturgia, por lo cual quien la realiza debe hacerlo en silencio para no interrumpir la adoración de los demás. Las normas litúrgicas piden a los fieles que, en ese momento, contemplen la divinidad del Señor en silencio.  Miralo de frente y  tampoco agachar la mirada ni la cabaeza, es un momento inolvidable de contemplacion asia la divinidad de Jesus que se hace presente, 

CON INFORMACION DEL CATESISMO DE LA IGLESIA CATOLICA Y DESDE LA FE

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