Devoción a La Divina Providencia

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Devoción a La Divina Providencia:    El Día Primero del Mes. (Enciende el cirio o veladora a la Divina Providencia).   ACTO DE FE   Creo en Dios, Espero en Dios, Amo a Dios, Me pesa de haber ofendido a Dios; Hágase en mí la voluntad de Dios.   ¡Oh Trinidad santísima, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas distintas y un Solo Dios verdadero, en quien creo y a quien amo sobre todas las cosas, ten piedad y misericordia de nosotros y danos vuestra bendición; descienda sobre nosotros la bendición de Dios ✠ Padre, de Dios ✠ Hijo, y de Dios ✠ Espíritu Santo. Amén.   ¡Oh María, concebida sin pecado! Rogad por nosotros que acudimos a Vos.   ¡Oh Sangre de mi Jesús! ¡Oh Remedio Universal!, Pues te vertiste en la Cruz, ¡Líbranos de todo mal!   ¡Oh lágrimas de María! Por mis culpas derramadas, En esta sangre mezcladas Ampárame de noche y de día!   Santísima Trinidad ¡Oh Divina Providencia! Concédeme tu clemencia Y tu infinita bondad. ...

La extraña penitencia de San Felipe Neri a una mujer chismosa

San Felipe Neri fue el patrono de los educadores y humoristas. El llamado Santo de la Alegría también es famoso por ser un gran confesor, pues trataba a sus penitentes de una manera muy particular.

Este es el caso de una mujer chismosa que se acercó a él para confesarse y la extraña penitencia que este santo le impuso.

San Felipe Neri: “Compras un pollo y me lo traes a mí”

Una señora tenía la costumbre de irse a confesar donde San Felipe  y casi siempre tenía el mismo cuento que decir: el de calumniar a sus vecinos. Por eso, San Felipe, le dijo:

– De penitencia vas a ir al mercado, compras un pollo y me lo traes a mí. Pero de regreso lo vas desplumando, arrojando las plumas en las calles conforme caminas. 

La señora pensó que ésta era una penitencia rara, pero deseando recibir la absolución, hizo conforme se le había indicado y por fin regresó donde San Felipe Neri.

– Bueno, Padre, he completado mi penitencia.

Y le mostró el pollo desplumado.

– Oh, de ningún modo la has completado – le dijo el santo. Ahora regresarás al mercado y en el camino recoges todas las plumas y las pones en una bolsa. Entonces regresas donde mí con la bolsa”.

– ¡Pero eso es imposible! –lloró la señora–, ¡esas plumas deben de estar ahora por toda la ciudad!. 

– Es cierto –replicó el santo–, pero tienes aún menor oportunidad de recoger todos los cuentos que has dicho sobre tus vecinos.

De esta forma la mujer por fin entendió el gran daño que hacía con sus chismes y calumnias.

¡San Felipe Neri, ruega por nosotros!


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