San Charbel Makhlouf, El Ermitaño Del Mundo

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San Charbel Makhlouf, 🛐  Murió la Nochebuena de 1898, mientras celebraba misa. Estaba nevando y todos los caminos a la ermita estaban cubiertos de nieve y nadie del monasterio pudo informar a los aldeanos de la muerte del ermitaño.   Sin embargo, sucedió algo extraño. Ese mismo día cada aldeano experimentó la íntima creencia de que el Padre Charbel había sido llamado al cielo.   Los jóvenes partieron con palas para quitar la nieve, hasta la ermita y para alcanzar el cuerpo en el monasterio de Annaya   “Hemos perdido una estrella brillante que protegía a nuestra Orden, a la Iglesia ya todo el Líbano con su santidad”, escribe el Prior.   “Oremos para que Dios haga de Charbel nuestro patrón, quien nos cuide y nos guíe en las tinieblas de nuestra vida terrena”.   El día de Navidad, el padre Charbel fue enterrado en una fosa común del monasterio.   La noche siguiente, una misteriosa luz brillante se hizo visible a través del valle.   Continuó brillando durante cuarenta y cinco

La extraña penitencia de San Felipe Neri a una mujer chismosa

San Felipe Neri fue el patrono de los educadores y humoristas. El llamado Santo de la Alegría también es famoso por ser un gran confesor, pues trataba a sus penitentes de una manera muy particular.

Este es el caso de una mujer chismosa que se acercó a él para confesarse y la extraña penitencia que este santo le impuso.

San Felipe Neri: “Compras un pollo y me lo traes a mí”

Una señora tenía la costumbre de irse a confesar donde San Felipe  y casi siempre tenía el mismo cuento que decir: el de calumniar a sus vecinos. Por eso, San Felipe, le dijo:

– De penitencia vas a ir al mercado, compras un pollo y me lo traes a mí. Pero de regreso lo vas desplumando, arrojando las plumas en las calles conforme caminas. 

La señora pensó que ésta era una penitencia rara, pero deseando recibir la absolución, hizo conforme se le había indicado y por fin regresó donde San Felipe Neri.

– Bueno, Padre, he completado mi penitencia.

Y le mostró el pollo desplumado.

– Oh, de ningún modo la has completado – le dijo el santo. Ahora regresarás al mercado y en el camino recoges todas las plumas y las pones en una bolsa. Entonces regresas donde mí con la bolsa”.

– ¡Pero eso es imposible! –lloró la señora–, ¡esas plumas deben de estar ahora por toda la ciudad!. 

– Es cierto –replicó el santo–, pero tienes aún menor oportunidad de recoger todos los cuentos que has dicho sobre tus vecinos.

De esta forma la mujer por fin entendió el gran daño que hacía con sus chismes y calumnias.

¡San Felipe Neri, ruega por nosotros!


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