III Domingo de Cuaresma
Leccionario: 28
Primera Lectura
Lectura del libro del รxodo (17,3-7)
En aquellos dรญas, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisรฉs, diciรฉndole: “¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?” Moisรฉs clamรณ al Seรฑor y le dijo: “¿Quรฉ puedo hacer con este pueblo? Sรณlo falta que me apedreen”. Respondiรณ el Seรฑor a Moisรฉs: “Presรฉntate al pueblo, llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estarรฉ ante ti, sobre la peรฑa, en Horeb. Golpea la peรฑa y saldrรก de ella agua para que beba el pueblo”.
Asรญ lo hizo Moisรฉs a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel lugar Masรก y Meribรก, por la rebeliรณn de los hijos de Israel y porque habรญan tentado al Seรฑor, diciendo: “¿Estรก o no estรก el Seรฑor en medio de nosotros?”
Salmo Responsorial
Salmo 94, 1-2. 6-7. 8-9.
R. (8) Seรฑor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, lancemos viva al Seรฑor,
aclamemos al Dios que nos salva.
Acerquรฉmonos a รฉl, llenos de jรบbilo,
y dรฉmosle gracias.
R. Seรฑor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan, y puestos de rodillas,
adoremos y bendigamos al Seรฑor, que nos hizo,
pues รฉl es nuestro Dios y nosotros, su pueblo;
รฉl es nuestro pastor y nosotros, sus ovejas.
R. Seรฑor, que no seamos sordos a tu voz.
Hagรกmosle caso al Seรฑor, que nos dice:
“No endurezcan su corazรณn,
como el dรญa de la rebeliรณn en el desierto,
cuando sus padres dudaron de mรญ,
aunque habรญan visto mis obras”.
R. Seรฑor, que no seamos sordos a tu voz.
Segunda Lectura
Lectura de la carta del apรณstol san Pablo a los Romanos (5,1-2.5-8):
Hermanos: Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengรกmonos en paz con Dios, por mediaciรณn de nuestro Seรฑor Jesucristo. Por รฉl hemos obtenido, con la fe, la entrada al mundo de la gracia, en el cual nos encontramos; por รฉl, podemos gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.
La esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espรญritu Santo, que รฉl mismo nos ha dado. En efecto, cuando todavรญa no tenรญamos fuerzas para salir del pecado, Cristo muriรณ por los pecadores en el tiempo seรฑalado.
Difรญcilmente habrรก alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que estรฉ dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama estรก en que Cristo muriรณ por nosotros, cuando aรบn รฉramos pecadores.
Aclamaciรณn antes del Evangelio
Cf Jn 4, 42. 15
R. Honor y gloria a ti, Seรฑor Jesรบs.
Seรฑor, tรบ eres el Salvador del mundo.
Dame de tu agua viva para que no vuelva a tener sed.
R. Honor y gloria a ti, Seรฑor Jesรบs.
Evangelio
Lectura del santo evangelio segรบn san Juan (4,5-42):
En aquel tiempo, llegรณ Jesรบs a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo Josรฉ. Ahรญ estaba el pozo de Jacob. Jesรบs, que venรญa cansado del camino, se sentรณ sin mรกs en el brocal del pozo. Era cerca del mediodรญa.
Entonces llegรณ una mujer de Samaria a sacar agua y Jesรบs le dijo: “Dame de beber”. (Sus discรญpulos habรญan ido al pueblo a comprar comida). La samaritana le contestรณ: “¿Cรณmo es que tรบ, siendo judรญo, me pides de beber a mรญ, que soy samaritana?” (Porque los judรญos no tratan a los samaritanos). Jesรบs le dijo: “Si conocieras el don de Dios y quiรฉn es el que te pide de beber, tรบ le pedirรญas a รฉl, y รฉl te darรญa agua viva”.
La mujer le respondiรณ: “Seรฑor, ni siquiera tienes con quรฉ sacar agua y el pozo es profundo, ¿cรณmo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tรบ mรกs que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron รฉl, sus hijos y sus ganados?” Jesรบs le contestรณ: “El que bebe de esta agua vuelve a tener sed. Pero el que beba del agua que yo le darรฉ, nunca mรกs tendrรก sed; el agua que yo le darรฉ se convertirรก dentro de รฉl en un manantial capaz de dar la vida eterna”.
La mujer le dijo: “Seรฑor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni tenga que venir hasta aquรญ a sacarla”. รl le dijo: “Ve a llamar a tu marido y vuelve”. La mujer le contestรณ: “No tengo marido”. Jesรบs le dijo: “Tienes razรณn en decir: ‘No tengo marido’. Has tenido cinco, y el de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad”.
La mujer le dijo: “Seรฑor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto estรก en Jerusalรฉn”. Jesรบs le dijo: “Crรฉeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalรฉn adorarรกn al Padre. Ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvaciรณn viene de los judรญos. Pero se acerca la hora, y ya estรก aquรญ, en que los que quieran dar culto verdadero adorarรกn al Padre en espรญritu y en verdad, porque asรญ es como el Padre quiere que se le dรฉ culto. Dios es espรญritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espรญritu y en verdad”.
La mujer le dijo: “Ya sรฉ que va a venir el Mesรญas (es decir, Cristo). Cuando venga, รฉl nos darรก razรณn de todo”. Jesรบs le dijo: “Soy yo, el que habla contigo”.
En esto llegaron los discรญpulos y se sorprendieron de que estuviera conversando con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Quรฉ le preguntas o de quรฉ hablas con ella?’ Entonces la mujer dejรณ su cรกntaro, se fue al pueblo y comenzรณ a decir a la gente: “Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No serรก รฉste el Mesรญas?” Salieron del pueblo y se pusieron en camino hacia donde รฉl estaba.
Mientras tanto, sus discรญpulos le insistรญan: “Maestro, come”. รl les dijo: “Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen”. Los discรญpulos comentaban entre sรญ: “¿Le habrรก traรญdo alguien de comer?” Jesรบs les dijo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me enviรณ y llevar a tรฉrmino su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavรญa faltan cuatro meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los campos, que ya estรกn dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el sembrador y el segador. Aquรญ se cumple el dicho: ‘Uno es el que siembra y otro el que cosecha’. Yo los enviรฉ a cosechar lo que no habรญan trabajado. Otros trabajaron y ustedes recogieron su fruto”.
Muchos samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesรบs por el testimonio de la mujer: ‘Me dijo todo lo que he hecho’. Cuando los samaritanos llegaron a donde รฉl estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedรณ allรญ dos dรญas. Muchos mรกs creyeron en รฉl al oรญr su palabra. Y decรญan a la mujer: “Ya no creemos por lo que tรบ nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oรญdo y sabemos que รฉl es, de veras, el Salvador del mundo”.
Palabra del Seรฑor
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